Como un grito silencioso de la mujer de otros siglos, la leyenda de la Papisa sigue viajando de boca en boca.

Cuando el poder calla, habla la leyenda

Perdida en las nieblas de la historia, desdibujada entre leyendas, pervive en la memoria la historia de la Papisa Juana, que se las arregló para llegar a Papa y fue descubierta en una procesion en el acto de parir.
sábado 28 de junio de 2025

 

En el corazón del imaginario medieval, una figura emerge entre la bruma de lo sagrado y lo prohibido. ¿Fue Juana una impostora o una advertencia histórica? ¿Un mito antifeminista o un símbolo de sabiduría vedada? La leyenda de la Papisa vuelve a interpelarnos desde las ruinas del silencio.

El susurro de una herejía

En la vasta catedral del mito occidental, hay una figura que susurra desde los márgenes del mármol y el dogma. No lleva nombre en los Evangelios ni fecha en el santoral, pero su sombra recorre las bibliotecas y los callejones vaticanos con la persistencia de lo que no puede olvidarse. La llaman la Papisa Juana, y su leyenda es, al mismo tiempo, herejía y espejo.

Según crónicas medievales, una mujer disfrazada de hombre habría ocupado el trono de San Pedro en el siglo IX bajo el nombre de Johannes Anglicus. Educada en el saber clásico —cuando saber y mujer eran casi oxímoron—, su inteligencia y elocuencia la habrían llevado hasta lo más alto del poder espiritual. Allí gobernó, según la leyenda, no por cuna ni corona, sino por virtud y palabra.

Pero el milagro se quebró en carne: en plena procesión, mientras el incienso aún flotaba en las bóvedas de Roma, dio a luz. El misterio quedó expuesto. El escándalo, sellado en silencio. La Papisa murió —literal o simbólicamente— en el parto de su verdad.

Literatura, símbolo y sutileza

Desde entonces, Roma no transita más aquella calle —el Vicus Papissa— durante las procesiones. Y una silla con abertura, la sedia stercoraria, permanece como reliquia de un tabú sin liturgia. El gesto se repite: ocultar lo incómodo bajo el peso de la solemnidad.

La Papisa no ha sido canonizada por la historia, pero sí por la literatura. Autores como Emmanuel Rhoides, Donna Woolfolk Cross y Lawrence Durrell han recuperado su mito como ejercicio de memoria simbólica. En la figura de Juana resuenan Hipatia, Antígona y hasta la voz silenciada de Sor Juana Inés de la Cruz.

En el Tarot, la Papisa (arcano mayor II) aparece sentada entre dos columnas, un libro cerrado en su regazo, la mirada serena. No enseña; custodia. No grita; insinúa.

Entre historia y metáfora

Históricamente, su existencia es improbable. Pero culturalmente, es necesaria. La Papisa representa la tensión entre verdad y dogma, entre lo que se debe ser y lo que se es. Representa también una pregunta viva, que por milenios no pudo siquiera mencionarse:

¿Puede la sabiduría tener cuerpo de mujer, razón de mujer, fe de mujer?

 

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