¿Trabajo presencial o remoto?
Cambios en la matriz laboral que llegaron para quedarse
Desde tiempos muy antiguos el empleo fue esencialmente fisico. Incluso después de la Revolución Industrial, el trabajo siguió operando sobre la materia. Esa condición de la matriz laboral comenzó a dar lugar a otro tipo de empleo administrativo y de servicios, que convierte las tareas en faenas más abstractas aunque todavía ligadas a libros físicos.
La organización y coordinación laboral sigue, hasta décadas más tarde, ligada al control de una especie de “panóptico” observador que debe presenciar cada minuto del horario laboral de sus trabajadores a cargo. Un jefe que, en principio, no tiene otra tarea que ésa.
El nacimiento del “teletrabajo”
Con la irrupción de la computadora, sí se inaugura la posibilidad de cumplir laboralmente a distancia. No obstante, eso solo ocurre en grupos pequeños hasta fines del milenio pasado. Durante muchas décadas, “trabajar” fue sinónimo de estar físicamente en una oficina.
La primera ruptura ocurre en los años 70. Jack Nilles, ingeniero y físico vinculado a proyectos de comunicación de NASA, acuña los términos telecommuting y telework y lidera algunos de los primeros pilotos formales (1972–73) en EE. UU., buscando reducir traslados y costos energéticos.
En esa época el remoto era limitado: teléfono, terminales conectadas y tareas muy específicas. Pero la idea clave aparece ahí: el trabajo no depende del lugar, sino de la conexión.
Después de los ’80, con las computadoras personales y luego internet, el remoto deja de ser experimento. En los 80 se multiplican programas corporativos piloto; en los ‘90 internet comercial y el correo electrónico vuelven viable que profesionales trabajen desde casa algunos días.
En un viaje turístico a Amsterdam en 1998, fui testigo de algo que en Latinoamérica aun no tenía lugar: veíamos por las ventanas de un barrio residencial cantidad de gente trabajando en sus computadoras.
A fines de esa década, estimaciones europeas indicaban que entre 7% y 10% de la fuerza laboral holandesa teletrabajaba regularmente, con mucho interés adicional en hacerlo.
Cerca del cambio de milenio trabajaba yo de correctora editorial en una empresa con prestigio y presencia en el mercado. Era una firma familiar que había crecido mucho. Otros correctores y yo trabajábamos en una oficina cercana a Tribunales donde leíamos durante ocho horas para viajar una de ida y otra de vuelta a casa. Recuerdo cómo se sentía llegar a las siete de la tarde y estar molida. Sin ninguna disposición ni mental ni física para cumplir con otras actividades, a pesar de que no pasaba los veintitantos años. Recuerdo que, en algún momento, me tocó hablar directamente con el “CEO” y propietario de la compañía que ocupaba un edificio completo en la calle Viamonte. Recuerdo haberle preguntado, no pensando en mí, sino en algo más general, si no era más conveniente tener correctores “free lance”, como se le decía entonces.
No recuerdo exactamente sus palabras pero la respuesta fue la que puede imaginar cualquier persona que haya cumplido funciones laborales en ese mundo de “oficinas 8/18”. No había siquiera miras de enterarse de que habríamos leído y corregido más páginas por jornada laboral si hubiéramos estado cómodamente en nuestros hogares. ¿Cómo haría yo para controlarlos, si fuera así?, se habrá preguntado. No me lo dijo, pero si lo hubiera hecho yo misma le habría revelado que en el sector de edición trabajábamos por objetivos. ¡No éramos serenos que cuidaban la oficina!
Expansión gradual (2000–2010s)
En 2002, el Acuerdo Marco Europeo de Teletrabajo fijó definiciones y derechos, mostrando que la modalidad ya era relevante a escala continental.
Durante los 2010s, banda ancha, nube y smartphones convierten el remoto parcial en práctica común en sectores intensivos en conocimiento.
Pandemia y trabajo remoto
Aunque, en los últimos cinco años las modalidades laborales se transformaron de manera profunda. El punto de inflexión fue la crisis sanitaria que aceleró la tendencia. La pandemia fue definitivamente una prueba obligada.
Eurofound y otros organismos remarcan que el salto que vimos en 2020–21 habría tardado muchos años sin pandemia.
Lo no presencial
No obstante, uno de los inconvenientes de lo no presencial es la dificultad para aprender en el proceso de adquirir las herramientas particulares de una fima.
El ser humano, como muchos animales, tiene en la mímesis la primera forma de adaptación. Un niño pequeño sabe comer incluso antes de que su motricidad fina le responda. Sabe hablar, conoce los sonidos, mucho antes de que su aparato fónico le permita reproducirlos. Conoce los movimientos por observación y “mímesis”. En una tarea básica y en otras más sofisticadas la “mímesis” parece ser la respuesta inteligente de una especie avanzada. No en vano Aristóteles señala la “mímesis” como clave de las artes y la escritura.
Cuando las tareas deben aprenderse sin referente a la vista, el desafío hace caer la velocidad y la efectividad en la adquisición de hábitos y habilidades.
Algunas empresas vienen atendiendo a este asunto y han dado origen a algunas soluciones para capear la problemática. Existen asistentes virtuales que no sólo enseñan, sino también entrenan y evalúan, casi como una dinámica escolar el desempeño de los nuevos trabajadores.
La implementación de productos como éste, que en la industria fintech llaman “Pep”, promete el mejoramiento de la experiencia laboral más allá de la presencialidad exclusiva utópica en los tiempos que vienen.
Respecto a las ventajas de lo presencial, se cuenta la pertenencia, la estimulación de habilidades innatas de relaciones vinculares que entran en peligro cuando aparece el aislamiento como moneda corriente en el ámbito laboral.
Mientras tanto, siguen estudiándose los números de productividad y las reducciones de costos en gran parte de las empresas que contratan personal en toda Latinoamérica. El equilibrio se irá manifestando por estos factores, pero también se verá afectado directamente por las políticas de leyes laborales que en Argentina están a la orden del día, pero en otras latitudes también se las está revisando.
Trabajo híbrido
La evidencia comparada muestra que el híbrido es el punto de equilibrio entre dos fuerzas: La experiencia pandémica demostró que una parte importante del trabajo puede hacerse remoto sin romper resultados. Pero también expuso límites: innovación, formación informal, socialización de equipos y ciertas tareas colaborativas mejoran con presencia.
Por eso, el mundo no fue hacia el remoto total, sino hacia una combinación negociada.
Hoy, superados los motivos que nos han permitido probar las condiciones no presenciales de trabajo, cuando cantidad de empresas empujan el regreso a la presencialidad, muchos trabajadores reclaman la extensión en el tiempo de cierta flexibilidad.
En Latam
Según un estudio regional de JLL (13 países, fin de 2023), LatAm lidera globalmente en adopción de modelos híbridos: 71–72% de las empresas opera en híbrido. Solo 10% en remoto total.
El presencial puro cae de manera fuerte respecto de la prepandemia. En otras palabras: en la región se consolida una cultura de oficina fuerte, pero de la mano de una flexibilidad que llegó para quedarse.
“Es muy probable que el trabajo híbrido haya llegado para quedarse.”
sostiene Paul Knopp, Chair y CEO de KPMG US.
En la misma lìnea, Satya Nadella, Chairman y CEO de Microsoft, presagia cómo el modelo híbrido redefinirá el uso de las oficinas. “No vamos a abandonar el espacio físico; vamos a usarlo de otra manera.”
Encuestas empresariales recientes señalan que el híbrido se consolida como modelo deseado, pero el destino del trabajo y sus modalidades, apenas empieza a despuntar y promete tanto cambios abruptos como evoluciones pausadas, atentas a normativas que aun ni siquiera adivinamos.