Para la tradición, hay más de un estrato de sentido en cada palabra dicha en un texto literario. Dante Alighieri enseñaba a leerlos.
La Divina Comedia: ¿Cómo entender la obra de uno de los más grandes autores de la historia?
En estos tiempos que ya no hacen más que correr, no son muchos quienes pueden destinar las horas necesarias para abordar la lectura de un clásico. En efecto, la aceleración de los tiempos que la técnica primero, las comunicaciones más tarde y la tecnología después han provocado es una limitante creciente. La segunda, quizá sea la consecuente ansiedad que sufrimos como efecto emocional de las urgencias cotidianas.
¿A quién se le ocurriría hoy recorrer las innumerables páginas de La Divina Comedia, en sus tres tomos anotados, pudiendo acceder a entretenimientos menos trabajosos como propone el streaming o la industria del videojuego?
Si a eso sumamos que tanto la educación como la cultura contemporánea no siempre ofrecen las herramientas requeridas para comprender un texto del siglo XIV, la posibilidad de conocer el talento de uno de los mejores escritores que dio la humanidad se torna una misión imposible. Sin embargo, ni un minuto entre 1321 y 2023 perdió vigencia ni interés este relato.
Quizá sea porque se trata de un clásico, que si lo es, responde precisamente a su universalidad. Cala tan hondo en la naturaleza humana que las distancias en el tiempo y el espacio de su creación y nuestro mundo se disuelven.
¿Por qué, entre los mejores?
Dante ̶Durante̶ Alighieri nació en la cuna del Renacimiento un siglo antes de que este movimiento artístico y literario dominara la escena estética del mundo occidental. A este poeta debemos muchos de los recursos literarios que la Edad Moderna usará después. En el siglo XIV, en el transcurso de la Baja Edad Media, Dante da a luz a una estética plagada de herramientas que en algunos casos se utilizarán hasta el siglo XX. La Toscana, Italia, más específicamente la ciudad de Florencia, será quien vea nacer su obra.
Amén de las capacidades que lo llevan a anticiparse a la estética renacentista cuando faltaba casi un siglo para que el nuevo movimiento se manifestara, el poeta, que es considerado el padre de la lengua italiana, también es atemporal respecto al pasado: su obra es una síntesis increíblemente ambiciosa de todo lo que fue escrito antes de su tiempo. Siempre refiriéndonos, claro, a la tradición occidental. Tradición que reúne los mitos griegos, la Biblia judeocristiana, la Patrística donde destaca San Agustín haciendo compatible su filosofía con la de Platón. Pero también la síntesis de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, a quien Alighieri sigue a pie juntillas para la construcción de su viaje místico por la senda de la belleza al que titulará la “Divina Comedia”. Asimismo se hace visible en su historia, porque así se lo dicta su misión de poeta comprometido con su patria, el creciente distanciamiento del latín clásico en que se convierten las lenguas vulgares: el texto al estilo de una epopeya antigua está escrito en dialecto toscano. Igualmente están presentes los argumentos beligerantes de la Edad Media que reflejan el origen de los reinos europeos y no solamente el de su lengua.
Es Dante este florentino culto que valora la Escolástica tomista a tal punto que decide ficcionalizar esos conceptos en el relato de un viaje que él mismo emprende: autor y personaje, en primera persona. Este periplo representa su acto de despertar a la verdad espiritual de su vida. Travesía que parte de la “Selva oscura” de la mitad de su vida, en medio del barro moral, para retornar transfigurado.
La misma vía a la que está invitado cada lector de su obra, si se aventura a pensarse a sí mismo. Si Santo Tomás logra esa suma que habría de trastocar para siempre la doctrina católica, el modo de enseñarla y su conexión con el pensamiento antiguo de Aristóteles, es Dante el responsable de que estas cuestiones lleguen a un público menos específico.
Sin embargo, todo aparece hecho en capas como si se tratara de un corte transversal de la tierra que evidenciara los sustratos geológicos.
Debajo de un círculo marcado en la superficie llena de tréboles (el plano literal), cuatro hábitats (planos) diferentes latirán silenciosamente. Este mismo fondo de sabiduría (que componen el plano moral, el alegórico y el anagógico) sostiene en su diversidad y riqueza lo epidérmico. Por ello lo superficial jamás resulta trivial: porque revela muchos sentidos que duermen debajo.
Para comprender ésta y también otras obras de Dante es preciso conocer la teoría que él mismo propone como consejo de lectura para la Divina Comedia. Y lo hace en el libro que llamó “Convivio”, un equivalente a lo que los antiguos llamaban “Banquete” y era, además de un texto testimonial posterior, una reunión de intelectuales que debatían sobre cuestiones estéticas y éticas en casas o palacios, para luego convertir esas charlas en un libro.
En el “Convivio”, su tertulia imaginada, Dante nos revela que la Divina Comedia, en cada ínfimo tramo, esconde cuatro capas de profundidad diversa que conviven sin contradicción. Al sustrato episódico lo califica de “Literal”. Es donde ocurre la travesía física de Dante por las tres regiones que nos esperarán, según el dogma católico, cuando abandonemos esta vida: Infierno, Purgatorio y Paraíso.
Odio y chimentos
Todas las referencias a personajes políticos, religiosos seculares o contemporáneos de Dante junto con una suerte de crítica de esos temas aparecerán en el segundo plano que el autor titula “Moral”. Según nuestro concepto actual debiera llamarse “político”, porque atiende a las obligaciones de un ciudadano con su Patria, con su sociedad e, incluso, con su religión. Lo cierto es que todos los rivales políticos, sus contemporáneos descarriados, los Obispos afectos a la corrupción y la simonía, los fustigadores respecto de la doctrina dominante, herejes y apóstatas, los “infieles” como solían llamar los hombres medievales a los seguidores del Islam, entre otros, se reúnen en esta capa de sentido. Sin embargo, para mayor escándalo y difusión este sedimento consigna una serie de referencias que bien podrían ser antecedentes de nuestros programas de chimentos. Caen en esas denuncias amores infieles, polémicas intrafamiliares y toda clase de escarnio público dentro de su sociedad. Así es como nuestro poeta se granjeó cantidad de enemigos cuya furia fue gestando el exilio que él mismo sufriría.
Ha habido muchos investigadores que dedicaron sus vidas a desentrañar solamente este segundo plano, en el que debieron moverse entre la historia y la ficción literaria con especial exigencia.
Alegoría del viaje
La tercera capa que habita en cada tramo de la historia es el plano “Alegórico”. Los personajes, la arquitectura de las regiones escatológicas, y cada acción no sólo ocurre, también es un signo que representa algo diferente. Así como el rojo del semáforo es literalmente un color, también es el signo de que hay que parar la marcha. Aquí Dante, el protagonista, representa a todo hombre que desea perfeccionarse. Dante es también, entonces, la imagen de la Humanidad. Virgilio, poeta latino que opera como un guía para Dante porque es su autor más admirado, no sólo es un sujeto real que lo acompaña en el viaje. Además, es imagen de la Razón Humana, del grado de mayor desarrollo intelectual por las solas fuerzas humanas, sin el auxilio de la Gracia divina. Por ello acompañará a Dante sólo hasta que ingrese en las regiones que suponen los dones recibidos de modo infuso. La Fe es uno de ellos.
Beatriz Portinari, una joven florentina que Dante conoce a sus nueve años y vuelve a ver a los dieciocho, fue motivo de amor para el poeta en la vida real. Pero antes de haberle siquiera declarado su admiración, la musa muere abruptamente. Este hecho tan doloroso convierte a una mujer mortal en lo que Dante considera como su ángel protector. En esta versión es que ingresa Beatriz al texto de la “Divina Comedia”. Y en el sistema de signos, la alegoría, Beatriz, que es mujer perfecta y eternizada por la muerte, metaforiza la Fe y la Teología, el conocimiento racional de las verdades de Dios. Es Beatriz quien moviliza la causa de Dante frente a Dios y quien consigue que el guía acceda a guiarlo por sitios que, Virgilio como escritor, había transitado en su epopeya “La Eneida”. Por esa experiencia es que puede conducir a Dante en su viaje/obra literaria de ascensión.
Alegórico
Del mismo modo, toda la estructura revela en imagen el fondo del pensamiento que Dante ficcionaliza.
Tres son los personajes principales como imágenes de las actitudes fundamentales del hombre que aspira al ascenso. Tres, las regiones por las que se circula: el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Tres son los versos de cada estrofa, treinta y tres los cantos (capítulos) de cada tomo y tres, los Cánticos de toda la obra, lo cual convierte el producto en un conjunto de noventa y nueve capítulos, más uno introductorio junto al cual aparece la conclusión.
En este mismo plano que Dante llama “Alegórico” aparecen los números y los colores tal como lo hacen en textos tradicionales: en todos los casos representan algo. Tres escalones a la entrada del Purgatorio reflejan las tres virtudes teologales que se reciben por Gracia como un regalo de Dios. Fe, Esperanza y Caridad. El primero es un peldaño blanco. El segundo, que representa la Esperanza, es verde y el tercero, que es metáfora de la Caridad se manifiesta por medio del colorado, en lenguaje cromático, un signo de amor al prójimo.
Del mismo modo algunos episodios tienen una versión metafórica que revela no sólo el poder del sueño para inspirar nuestros conocimientos infusos sino también el lenguaje metafórico en que se expresan, que acercan lo onírico con la mística.
Anagoge
Y el cuarto de los planos que aborda transversalmente la obra es el más convocante pero también el más desconocido para los investigadores, desde su misma escritura. Se trata del plano “Anagógico” el más misterioso de los estratos del texto. “Anagoge” significa ascensión, y se cree que refiere a doctrinas y disciplinas herméticas que sobrevivieron a la censura religiosa pasando de generación en generación durante milenios. Aunque es complejo su abordaje, supone la crítica que se trata de una serie de mensajes cifrados en que se reúne un acervo que incluye conceptos alquímicos, físicos, astronómicos, astrológicos y numerológicos desconocidos para la época, que sin embargo Dante logra desplegar.
Este último plano supone conocer algo de esas disciplinas para siquiera notar su presencia. Quienes no las conocen de antemano, pasan de largo sin remedio.
Terminado el análisis de las capas geológicas de la mejor literatura de la historia, será pertinente dar un ejemplo de cómo se da esta superposición de sustratos.
En un episodio muy conocido, el plano literal describe la llegada de Dante y Virgilio al círculo en el que penan los lujuriosos. Mientras tanto, el mismo episodio sondea en el plano “Moral”, el registro chimentero de Florencia. Paolo y Francesca, penosamente célebres por los detalles de sus muertes cuentan su historia: Francesca di Rimini es comprometida con un sujeto tan poderoso como rico y temible, llamado Giovanni Malatesta. El hombre la dobla en edad y es especialmente desagradable. Cuando el matrimonio ocurre, su hermano Paolo conoce a Francesca y sin tardanza ambos se enamoran. El amor se consuma y pronto sobreviene la muerte brutal de los amantes como venganza del esposo engañado. Si bien el plano alegórico es difuso, mediante las figuras de Paolo y Francesca es posible observar: la sacralidad del matrimonio frente a otros vínculos, que ha defendido desde siempre la Iglesia cristiana. Pero también, la ausencia de arrepentimiento de los condenados, elemento esencial para que libremente las criaturas escojan ir al Infierno dantesco. La urgencia de la muerte los halla en pleno pecado. El peligro es precisamente ése: nadie sabe cuándo ni cómo morirá y sólo será salvado si se entrega al auxilio divino voluntariamente. Tal la creencia del hombre cristiano de la época y dogma de salvación.
Un inesperado desvanecimiento de Dante, que algunos críticos consideran recreación de una de las caídas de Cristo en su vía crucis, nos habla del plano anagógico. Dante se desmaya porque se siente manchado por el mismo pecado de estos jovencitos, aunque quizá de manera más grave. Sin embargo, esas caídas vuelven a recordarnos por qué la travesía comienza indagando el descenso “ad inferos”, y se encamina hacia el infierno personal. Es preciso ver las propias faltas para purificarlas y entonces sí ascender hacia la luz. Ése es el propósito del viaje del poeta. Asumirse falible es el primer paso. Las caídas del alma frente a la evidencia de maldad propia en el corazón, están representadas por la reacción de Dante. Pero también se explicita la necesidad ineludible de avergonzarse y renunciar a lo que nos corrompe, para emprender el camino de ascensión.