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Javier Arellano, dermatólogo de la Clínica Santa María: “Los pacientes atópicos severos debieran estar cubiertos por la Ley Ricarte Soto”

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Atópicos

“La calidad de vida se ve afectada desde que comienza tu día”, relata Belén Isuani, nutricionista de 24 años, que desde los 3 fue diagnosticada con dermatitis atópica. “Despiertas sin haber podido descansar, porque la piel pica mucho durante la noche. Yo siempre duermo con guantes y en mis crisis más severas he dormido hasta amarrada.

Luego viene la ducha, donde las heridas en tu piel arden muchísimo. Después está el cómo te ves y cómo te vistes, para tapar tus lesiones”, cuenta Belén, añadiendo que cuando está brotada la gente le pregunta y la observa mucho. “Te preguntan si has probado tal cosa. Y la verdad, cuando tienes una enfermedad crónica, ya lo has probado todo. Entonces eso también agobia”, dice.

La patología que padece Belén está descrita como una condición inflamatoria crónica de la piel, que se manifiesta con placas eccematosas, es decir, lesiones rojas descamadas con costras, que incluso pueden excretar líquido en etapas agudas, y sangrar.

El síntoma más importante es el prurito o picazón. Y, como explica el Dr. Javier Arellano dermatólogo de Clínica Santa MaríaLa Dehesa y Jefe de Dermatología del Hospital San Borja Arriarán, esto influye en la calidad del sueño, lo que a su vez impacta en mayor riesgo de desarrollo de trastornos emocionales, de enfermedades metabólicas y de accidentes vasculares.

“Además, al ser una enfermedad inflamatoria, se ha visto que quienes padecen de dermatitis atópica tienen también más riesgo de desarrollo de algunas enfermedades autoinmunes, así como también otras enfermedades del espectro atópico como alergias alimentarias y asma bronquial”, añade el especialista.

Hoy la prevalencia de la enfermedad puede alcanzar hasta al 15% de la población mundial. “Esta patología se está diagnosticando cada vez más, especialmente en zonas urbanizadas, debido a que el sistema inmunitario se altera, al no tener que lidiar con estímulos de riesgos de infecciones. Antes se describía a la dermatitis atópica como una dolencia mucho más frecuente en pacientes menores de seis años, pero hoy vemos que se diagnostica cada vez más en adultos”, cuenta el doctor Arellano.

Tal es el caso de Eugenia Pieraccioli (36), quien fue diagnosticada a los 29 años con dermatitis atópica, tras varios meses de padecer los síntomas que aparecieron sorpresivamente luego de un episodio muy fuerte de estrés. De eso han pasado siete años, y hoy Eugenia recuerda las numerosas veces que debió tapar sus lesiones en la cara y el cuello, por trabajo. “Una vez, cuando trabajaba en atención al cliente en una aerolínea, me pidieron derechamente que me pusiera base en mis lesiones. Tuve que usar cinco capas, incluso a pesar de que lo que necesitaba mi piel en realidad era respirar”, dice Eugenia.

Desde la Fundación Creciendo con Alergias, su presidenta y cofundadora Patricia Carmelo señala que, en su primera encuesta sobre dermatitis atópica, realizada en 2019, se recabaron variados testimonios de pacientes. “Sus relatos eran desgarradores. Los pacientes suelen sentir mucha angustia, se hacen expertos en taparse las lesiones, algunos no se atreven a tener pareja por tener vergüenza de mostrarse. Y los tratamientos que hay disponibles, para los pacientes severos, son de alto costo”.

Tratamientos de última generación

El dermatólogo Javier Arellano explica que el 80% de los pacientes con dermatitis atópica se controla exclusivamente con tratamientos tópicos -cremas con corticoides que suelen tener muy pocos efectos adversos cuando se ocupan en las dosis correctas-, además de medidas generales del cuidado de la piel. Pero el 20% restante de los pacientes necesitan acceder a otro tipo de tratamientos, como la fototerapia y los tratamientos sistémicos.

“Dentro de estos últimos, están los inmunosupresores clásicos, qué son efectivos, pero no tienen una indicación específica para dermatitis atópica. Es decir, lo usamos fuera de etiqueta. Sin embargo, estos fármacos bajan la inmunidad y los pacientes podrían quedar más susceptibles a desarrollar infecciones importantes”, comenta.

Otra alternativa son los medicamentos de última generación, llamados tratamientos biológicos o moléculas pequeñas. “Estos tienen una alta efectividad y no tienen efectos adversos, prácticamente. Pero son de costo elevado y no hay cobertura para ellos. Solo a través de la isapre pueden costearse si es que esta aprueba una cobertura extraordinaria.

Para Fonasa, no hay cobertura”, cuenta. “Por eso, y dado que la proporción de pacientes que requiere este medicamento es muy baja, lo ideal sería que este grupo de pacientes estuviera incluido en la Ley Ricarte Soto. A pesar de que postulamos esta enfermedad a inicios de este año, no fue seleccionada. Por eso creo que es una pelea que tenemos que dar nosotros como médicos y también con los pacientes, en la medida que se empoderen”, finaliza el especialista.

Este tipo de tratamientos ha mostrado una alta eficacia. “En mi caso, me cambiaron la vida. Desde que los uso, hace casi dos meses, he podido estar al aire libre sin preocuparme de que me voy a brotar; dormir tranquila y ducharme sin dolor”, finaliza la paciente Belén Isuani.

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