Cómo fue el ciclo de Gareca en la selección de Chile: de la esperanza a la desazón

Tras el fracaso de los procesos de Reinaldo Rueda, Martín Lasarte y Eduardo Berizzo, y con una "Generación Dorada" en su ocaso, La Roja se había convertido en un equipo predecible, anímicamente frágil y ausente de los grandes torneos.
viernes 22 de agosto de 2025

La llegada de Ricardo Gareca al banquillo de la selección chilena en enero de 2024 fue recibida no solo con esperanza, sino con la convicción de que era la única pieza capaz de rearmar un puzle que llevaba años descompuesto. Tras el fracaso de los procesos de Reinaldo Rueda, Martín Lasarte y Eduardo Berizzo, y con una "Generación Dorada" en su ocaso, La Roja se había convertido en un equipo predecible, anímicamente frágil y ausente de los grandes torneos.

El "Tigre", con el aura de prócer que le otorgó su histórica clasificación de Perú al Mundial de 2018 tras 36 años, se presentaba como una figura casi mesiánica, un especialista en recuperar la fe y la competitividad de equipos en crisis.

Su nombramiento generó un consenso inmediato y unánime, algo poco habitual en el polarizado entorno del fútbol chileno. La afición, la prensa y los propios jugadores veían en su figura la disciplina, el pragmatismo y la capacidad de gestión de grupo necesarias para iniciar una reconstrucción profunda.

Los primeros meses de su mandato parecieron confirmar estas expectativas con creces, los sitios de apuestas deportivas se ilusionaban con el desempeño, desatando una euforia que recordaba a épocas pasadas. Sin embargo, el fútbol, caprichoso y exigente, no tardó en presentarle al técnico argentino la verdadera y compleja dimensión del desafío: los golpes de la Copa América 2024 y las Eliminatorias 2026 sirvieron como un crudo recordatorio de que el camino de vuelta a la élite sería mucho más arduo de lo que el optimismo inicial sugería.

Los primeros tropiezos del equipo

Los primeros pasos de la era Gareca fueron una bocanada de aire fresco para un equipo que se había acostumbrado a la derrota. El debut en la gira europea de marzo de 2024 fue una declaración de intenciones. Ante una selección de Albania ordenada y física, Chile mostró una cara completamente renovada, imponiéndose con un contundente 3-0 que no solo sorprendió por el resultado en los sitios de apuestas futbol, sino por las formas. Se vio un equipo con presión alta, transiciones rápidas y una ambición ofensiva que se creía perdida.

Días después, en Marsella, a pesar de la derrota por 3-2 ante la subcampeona del mundo, Francia, la sensación fue incluso más positiva. La Roja compitió de igual a igual, tuteó a una potencia global y demostró una personalidad y un coraje que encendieron la llama de la ilusión en todo el país. El ciclo del "Tigre" no podía haber comenzado mejor. La goleada por 3-0 ante Paraguay en el partido de despedida previo a la Copa América, con un Estadio Nacional entregado, pareció ser la confirmación definitiva de que el equipo había vuelto a creer y, sobre todo, a competir.

La llegada de una nueva generación

Uno de los mayores desafíos para Gareca era gestionar el inevitable final de la "Generación Dorada". Su primera convocatoria fue una señal clara, dejando fuera a referentes históricos como Arturo Vidal y Gary Medel, un movimiento audaz que fue interpretado como el fin de una era y el inicio de una renovación sin ataduras. El técnico argentino apostó por darles galones a jugadores que pedían paso, como Darío Osorio, Víctor Dávila o Marcelino Núñez, rodeándolos de la experiencia de pilares como Alexis Sánchez, Mauricio Isla y Claudio Bravo.

Gareca buscaba un equilibrio entre la jerarquía de los veteranos y la energía de los jóvenes, intentando construir un equipo que respetara el pasado pero mirara decididamente hacia el futuro. Sin embargo, su pragmatismo también quedó de manifiesto cuando, de cara a la Copa América, volvió a nominar a Vidal, reconociendo su vigencia y su carácter competitivo. Esta gestión, a caballo entre el tributo y la renovación, ha sido una constante en su ciclo, un delicado acto de malabarismo para aprovechar los últimos destellos de una camada irrepetible sin frenar el desarrollo de la siguiente.

El golpe de la Copa América 2024 en Estados Unidos

Todo el optimismo acumulado en los amistosos previos se desvaneció en cuanto comenzó la competencia oficial. La Copa América de Estados Unidos 2024 fue un duro golpe para el proyecto de Gareca y un doloroso baño de realidad para la afición. El debut ante Perú, su ex equipo, se saldó con un empate sin goles en un partido trabado y con muy pocas ideas ofensivas. 

El siguiente encuentro, una derrota por la mínima ante la campeona del mundo, Argentina, con un gol en los últimos minutos, dejó una sensación de impotencia. El equipo competía, era ordenado en defensa, pero carecía de la profundidad y la pegada necesarias para dañar a rivales de jerarquía. La gran final llegó en el último partido del grupo ante Canadá, donde Chile necesitaba una victoria para clasificar y terminó cayendo por 1-0, quedando eliminado en primera ronda.

El torneo expuso la principal debilidad del equipo: una alarmante sequía goleadora. La Roja se despidió del certamen sin haber marcado un solo gol, una estadística demoledora que borró de un plumazo la euforia inicial y sembró las primeras dudas serias sobre el rumbo del proceso. Gareca dejó la selección tras un partido con Bolivia en las Eliminatorias mundialistas.

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