“No se imaginan cuánta sangre humana lleva”: The Guardian expone graves denuncias contra el salmón chileno
El medio británico The Guardian volvió a poner bajo la lupa a la industria del salmón chileno, publicando un reportaje que recopila duras denuncias sobre accidentes laborales, contaminación ambiental y una fiscalización insuficiente que, según organizaciones y trabajadores, mantiene en riesgo tanto a las comunidades costeras como a los propios empleados del sector.
Uno de los testimonios más impactantes señala que “no se imaginan cuánta sangre humana lleva” el salmón que llega a mercados internacionales, en referencia a la elevada tasa de muertes laborales registrada en los últimos años. De acuerdo con Ecoceanos, entre 2013 y 2025 han fallecido 83 trabajadores, una cifra muy superior a la reportada por productores líderes como Noruega, que registra solo tres casos en más de tres décadas.
La historia de Julia Cárcamo López vuelve a evidenciar el oscuro trasfondo que rodea a la industria del salmón en Chile. Desde su casa en Maullín, frente al mar patagónico, recuerda con dolor el 1 de mayo de 2019, día en que dos hombres tocaron su puerta para informarle que su esposo, Arturo Vera, había sufrido un accidente mientras trabajaba como buzo para una salmonera en Puerto Natales.
La autopsia reveló que Vera, de 59 años, fue golpeado por la hélice de una embarcación cuando realizaba labores en el centro de cultivo Taraba. Los buzos aseguran que el motor del bote debió haber estado apagado, tal como exigen los protocolos de seguridad. La investigación terminó con una multa para la empresa por incumplimientos laborales, y la familia obtuvo una compensación en tribunales. Sin embargo, para Julia nada repara una pérdida que, a su juicio, pudo evitarse.
Este caso no es aislado. Organizaciones como Ecoceanos advierten que la tasa de accidentes y muertes laborales en el sector supera la de cualquier otra industria acuícola del mundo. Entre 2013 y 2025, 83 trabajadores han fallecido en faenas vinculadas al cultivo de salmón en Chile. En contraste, Noruega, país líder en la producción global, ha registrado solo tres muertes en más de 30 años. “Quienes consumen salmón chileno no imaginan cuánta sangre humana hay detrás”, afirma un trabajador citado por The Guardian.
El reportaje también aborda el impacto ambiental generado por el explosivo crecimiento del sector, que hoy es el segundo mayor productor de salmón a nivel mundial y uno de los principales exportadores hacia Estados Unidos y Europa. La expansión no solo ha intensificado la presión sobre las costas de Los Lagos, Aysén y Magallanes, sino que ha impulsado prácticas de producción altamente cuestionadas, especialmente por el uso masivo de antibióticos.
Mientras Noruega casi eliminó su uso en 2024, los centros de cultivo chilenos emplearon más de 351 toneladas en el mismo periodo. Aunque la cifra representa una baja respecto a 2014, continúa siendo una de las más altas del planeta. Investigaciones señalan que entre el 70% y 80% de los antibióticos utilizados llegan al ambiente, afectando fondos marinos, organismos filtradores, peces, aves e incluso promoviendo resistencia antimicrobiana, un riesgo sanitario global.
Las consecuencias recaen también en pescadores artesanales que denuncian la disminución de especies como erizos, cholgas y locos. “No podemos vivir de la pesca como antes”, lamentan comunidades de Carelmapu y otras zonas costeras del sur.
Pueblos originarios y ríos contaminados
Los efectos del modelo salmonero no se limitan al mar. En la fase de agua dulce –fertilización, incubación y primeras etapas de crecimiento– los centros se ubican principalmente en los ríos y cuencas de La Araucanía y Los Ríos. En ese escenario, comunidades Mapuche denuncian contaminación, desaparición de peces, pérdida de aves y afectación directa a sus territorios ceremoniales.
En la comunidad de Chesque Alto, sus habitantes acusan que un centro de cultivo dejó el río con zonas “rojas y viscosas”, presuntamente asociadas al vertimiento de químicos utilizados para controlar parásitos. La machi Angélica Urrutia recuerda que en 2005 murieron cuatro vacas tras beber agua del río: el veterinario confirmó signos de intoxicación por formalina, un compuesto utilizado en la industria y catalogado como potencialmente cancerígeno.
Tras años de denuncias, la comunidad logró paralizar temporalmente las operaciones del centro en 2021, lo que permitió observar un retorno de la fauna. Pese a ello, la empresa continúa operando mientras enfrenta un proceso sancionatorio.
Fiscalización insuficiente y brechas estructurales
Otro punto crítico levantado por The Guardian es la falta de capacidad del Estado para fiscalizar adecuadamente una industria que opera en zonas aisladas y, en muchos casos, de difícil acceso. En Puerto Natales, por ejemplo, la Inspección del Trabajo cuenta con apenas siete funcionarios para supervisar una treintena de centros, sin embarcaciones ni aeronaves para llegar a ellos. Esto implica que, en la práctica, cada instalación puede ser visitada solo una vez al año.
Para expertos, este escenario evidencia una debilidad estructural: el crecimiento de la industria ha superado la capacidad regulatoria del país. “La sustentabilidad del salmón chileno no depende solo del volumen producido, sino de las condiciones en que se produce”, advierte el inspector Jorge Ampuero.
El sector salmonero chileno, que exporta más de 750 mil toneladas anuales a más de 80 países, continúa siendo uno de los pilares económicos del país. Sin embargo, la creciente visibilidad internacional de sus impactos —sumada a reportajes de medios como The Guardian— aumenta la presión para implementar cambios urgentes, tanto en seguridad laboral como en estándares ambientales.
Mientras las autoridades ambientales, Sernapesca y representantes de SalmonChile declinaron entregar declaraciones al medio británico, las comunidades afectadas sostienen que seguirán insistiendo en mayor transparencia, regulación y reparación.
“Queremos vivir del mar, pero sin morir por él”, resume uno de los pescadores entrevistados.